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CORAZÓN GALLEGO.

Estoy en Leborin, la aldea donde nació mi mamá y sus hermanos. En la casa de mis abuelos maternos. Estoy donde tengo que estar. Donde se me estremece el corazón cuando me hablan en gallego, donde miro los mismos paisajes que mis abuelos veían y se me hace un nudo en la garganta, donde ando siempre emocionada aunque esta sea la tercera vez que visito este lugar. Pienso en mi abuela como inmigrante, en lo que dejó y en lo que construyó nuevamente tan lejos. Pienso que yo también soy inmigrante y que incluso en este presente tan tecnológico de realidades virtuales aún hoy se hace difícil construir a lo lejos y extrañar sigue siendo igual de doloroso. A veces mucho. Parece que el futuro no ayudó demasiado en ese sentido. Mi abuela fue muy grande, fue enorme. Sabia y generosa. Se fue de su Galicia en un acto de fé, motivada por una gran necesidad pero también por un gran amor a su esposo y sus 5 hijos. Escucho hablar a su hermano Eliseo con una atención y un interés desconocidos, como el que jamás me despertó nada. En su relato descubro que 17 días en barco hacia Argentina nunca la alejaron de sus hermanos, y que sin saberlo acercó dos continentes y un mar de primos. Amé y amo a mi abuela Pura, a quien le encajaba perfectamente su nombre. Y créanme cuando les digo que me hubiese encantado conocer a mi abuelo Manuel. Llevo 4 años de viaje y estoy agradecida de saber con total certeza que tengo un refugio familiar más al cual llegar en cualquier momento, en cualquier circunstancia. Quiero que Leborin siempre sea destino de mi ruta, de la de mis hermanas y la de todos mis primos. Hoy siento que en Galicia aprendí un montón. #corazóngallego


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